domingo, 1 de septiembre de 2013

Francisco López Merino

























El último soneto al otoño

Donde la hoja verde era pureza
hay otra hoja que, muriendo, brilla.
Discurre por la atmósfera amarilla
el fantasma del sueño y la tristeza.

Dorada paz de la naturaleza
hecha de renovada maravilla:
arquitectura frágil y sencilla.
La eternidad, dentro del alma, empieza.

Olvídase la hora y el instante,
pues se detiene sin rumor el día
en un mismo matiz alucinante.

Pasa en callado vuelo un viento interno
y aviva el pensamiento que dormía
más allá de la tarde y del invierno.


Francisco López Merino nació en La Plata el 6 de julio de 1904 y se quitó la vida en la misma ciudad el 22 de mayo de 1928 en uno de los baños del Jockey Club, disparándose un tiro en la cabeza. Fue hijo de América Merino y del escribano Francisco Toribio López, ambos de nacionalidad uruguaya. Tuvo seis hermanas a las que dedicó algunos de sus poemas y con las cuales compartió la infancia en una casa palaciega de la calle 49, entre 12 y diagonal 74, donde hoy funciona la Biblioteca Municipal que lleva su nombre. Si bien no se conocen claramente las razones de su suicidio, cierto es que la muerte temprana de una de sus hermanas, María América, en 1922, lo sumió en una profunda y crónica melancolía. De trato afable y comunicativo, López Merino tuvo muchos amigos y desarrolló una vida social intensa que le permitió relacionarse rápidamente con los poetas vanguardistas de Buenos Aires nucleados en torno de la revista Martín Fierro, aunque mantuvo distancia respecto de sus parámetros estéticos.  Con algunos integrantes de ese grupo –Borges, Marechal, González Tuñón, entre otros– formó parte, en 1927, del “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes”, entidad de efímera duración. En su breve existencia, sólo llegó a publicar tres libros de poesía: Canciones interiores y otros poemas (obra de adolescencia que él mismo retiró de circulación, 1920), Tono menor (1923) y Las tardes (1925). Dichos libros le bastaron para granjearse la admiración de Jorge Luis Borges y Juan Ramón Jiménez, entre otras personalidades destacadas de la época, y le hicieron decir a Rafael Felipe Oteriño: “En ellos, traslúcido, percibo el clima espiritual de esa ciudad nueva, de ese domingo que es igual a otros muchos, de esos jardines donde transcurrió la infancia. Poesía del encantamiento y de la recreación es la que encierran. También poesía del dolor”. Como integrante de la “Generación del 17” o “Primera Generación Platense” (conocida, asimismo, como “Primavera Fúnebre” y “Primavera Trágica”), López Merino contribuyó a dar vida a la llamada “Escuela de La Plata”, caracterizada, principalmente, por el tono elegíaco, el equilibrio formal y la claridad y la economía expresivas; escuela que habrá de pervivir, con distintas modalidades, hasta la actualidad. El poema publicado en esta página fue tomado del “Archivo de Escritores Platenses”, espacio virtual hospedado en el sitio web del Complejo Bibliotecario Municipal Francisco López Merino de La Plata. Dicho archivo es una iniciativa de la Licenciada en Letras María Paula Salerno cuyo objetivo consiste en la difusión de documentos (borradores, cartas, notas, diarios íntimos, manuscritos...) relacionados con el patrimonio literario de la ciudad.

Imagen: Manuscrito de Francisco López Merino. Fuente: Archivo de Escritores Platenses

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