martes, 22 de agosto de 2017

Carlos Aprea


Tregua en la propia casa

Aún hay luz en la calle
y cree que está sobrio,
sin embargo
prueba y
no acierta con la llave,
se pregunta
si es la puerta correcta
si no estará
frente a una casa equivocada
y sobre todo
qué está haciendo aquí
bajo la lluvia.


Como una pena sin fin

La caricia perdida
sigue rodando:
el viajero huye
a favor del viento
la tierra para él es infinita y plana,
un devenir lineal.
No hay nada atrás para reconocer
no hay nada ni nadie
que detenga su andar.


Samurái en la oscuridad

Pelea por nada en particular,
discute con fantasmas,
malgasta su propia economía
en descargas inútiles.
Cada día, sin excepción,
se considera muerto.
En una duermevela febril
llega el amanecer y filtra
un rayo sobre el cuerpo,
sale de la sombra,
ve cómo se despeja
su propia condena.
Se levanta, abre la ventana
y deja que el viento frío le golpee la cara,
afuera lo espera el mismo sol.


Que este poema sea

Que este poema sea
un ave migratoria
viajando miles de kilómetros
y te encuentre, encuentre a cada uno
de los ausentes
y cante
una música sin palabras
que recuerde cuando estuvimos juntos.

Viajando por los años pasados
te encuentre, encuentre a cada uno
de los ausentes,
vuele en derredor y regrese,
y cante su recuerdo para mí.

Viajando por los años por venir
me encuentre y se despida de mí,
y vuele a cada uno de los ausentes,
y los encuentre,
y cante, cante, cante.


Retrato inconcluso en la memoria

a Néstor Mux

Lo que me queda de vos
no alcanza
a dibujar
un pálido identikit,
apenas una luz sombría y el regusto
amargo
de lo incompleto,
lo que no llega a ser
y por eso perturba.

No sé si estás aún
en este mundo,
o te fuiste,
en la guerra impiadosa
de nuestra pálida prehistoria,
sé que estuviste allí
donde ardía una pasión
muy joven,
al borde de una foto
envejecida
de donde te han borrado,
o te he borrado yo,
patético agente
de un poder invisible,
como si fueses un peligro
para alguien
que ha sobrevivido,
como yo,
y debe algunos pagos
no solo al destino.
Ambiguo rostro
de quien, frente al arribo
al puerto
de las maravillas
que esta vida aún sostiene,
persiste en popa,
disimuladamente,
como un testigo
silencioso,
pertinaz,
indestructible,
de la estela que va
quedando
atrás.


Tus ojos

a Ella, que lo sabe o lo sospecha

Si tus ojos,
solo tus ojos,
no me hablaran,
nada me sostendría.

Nada de lo que existe
resistiendo el vacío,
a contrapelo
de la entropía devoradora
del tiempo.
Nada
de ese efímero fluir
al que llamamos vida,
nada
de ese despertar
que suscita la belleza
cuando nos sorprende,
nada
de ese impulso por sembrar
en los desiertos,
nada.
Nada,
salvo tus ojos
y el nítido recuerdo
de esos ojos
cuando ya no estás.


La ardiente impaciencia de los días

a J. M. P.

Nos quedamos a solas
y se cortó la luz.
Hay sombras y un silencio amargo
cuece sus palabras.
La tarde despliega
sus manteles de niebla,
repican las primeras gotas
sobre el zinc y sobre
el comedor sin cielorraso.

Se justifica al elevar la voz,
pero hace rato sus gritos
convocan la borrasca
y ahora está llegando.

Grita,
apura sus razones
y sus palabras se pierden
en los bordes difumados
de las cosas.
Grita y gesticula
mientras preparo un té.
El yin y el yan frente
a una mesa desbordada,
misterio bufo, satori oriental
Frena el monólogo,
con un chirrido
el aire cristaliza
una palabra última, pende
la cordura
en la cuerda del equilibrista.
Pide
que no se pase el agua
y continúa el monólogo.
Afuera
arrecia la tormenta.

Fuente: Escaleno, Carlos Aprea, Pixel Editora, La Plata, 2017.

Carlos Aprea nació en La Plata en 1955. Vive, desde siempre, en el barrio Villa Elvira de dicha ciudad. Cursó estudios en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. Es Técnico Químico y cofundador de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP. Comparte su condición de poeta con la de actor, autor y director de teatro. Publicó seis libros de poesía: La intemperie (Ediciones Al Margen, 1999), Abrigo (Ediciones Al Margen, 2006), La camisa hawaiana (Libros de la Talita Dorada, 2010), Pueblos fugaces (Libros de la Talita Dorada, 2012), Villa Elvira (Pixel Editora, 2014) y Escaleno (Pixel Editora, 2017). A ellos deben sumárseles cinco plaquetas dadas a conocer por Libros de la Talita Dorada en 2009: Conociendo gente se viaja, El pájaro de las cinco y media, This is the end, week end, Política líquida y Teatros. Fue incluido en las siguientes antologías: 8 poetas (2° premio del Concurso Edelap de Poesía, 1997), Poesía - 36 autores (La Comuna Ediciones, 1999), Pan, amor y poesía - Culturas alimentarias argentinas (INTA, 2008), La Plata Spoon River (Libros de la Talita Dorada, Colección los Detectives Salvajes, 2013) y Antología Relámpago (Pixel Editora, 2014). Poemas y textos diversos de su autoría aparecieron en las revistas Talita, El Hormiguero, El Espiniyo, Pasajes y Sismo Trapisonda, y en el diario Diagonales, entre otras publicaciones. Actualmente, dirige el ciclo Poesía en la terraza y conduce el programa radial Club Intergaláctico. Acerca de Escaleno, señala Horacio Fiebelkorn en la contratapa del libro:

“Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte”, dijo, hace años, Macedonio Fernández. La vida, el amor y la muerte: las tres heridas de las que habló Miguel Hernández. Nunca se insistirá lo suficiente en que estos tres temas son el sistema nervioso de toda poesía, sin que importe su filiación o su contexto.
Habría que incluir, sin embargo, un cuarto tema, que enlaza a los otros tres y los hace girar en espiral: el paso del tiempo.
A Carlos Aprea le basta con intuirlo para desplegarlo en este libro, como quien –diría Baudelaire– acomoda “de nuevo las tierras inundadas”, al abrigo de las canciones que siguen sonando en nuestro interior.
No hay pliegues o matices que Aprea descuide en este libro, que es un viaje a las emociones, en cuyo transcurso aparecen todas las formas del encuentro y el desencuentro, con su inagotable gama de grises, y con la marcha de la historia como un coro a media voz.
En este punto, eludir lo meramente confesional, y ensayar múltiples tonos, es un desafío del que Aprea sale airoso, sin dejar de silbar aquellas melodías que el viento de otra época sopló dentro de nosotros.

Foto: Carlos Aprea. Fuente: Escaleno, Carlos Aprea, Pixel Editora, La Plata, 2017.